Testigo fiel de historias - Por César Negri

Opinión 01 de agosto de 2016 Por Las Rosas Digital
“Ni tan héroes, ni tan locos, ni tan solitarios”.
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Juanro Mascardi no solo tiene la capacidad de ser un “doctor de pueblo” como se lo grafica en el libro, de esos que curaban tanto más escuchando que con recetas médicas; es también quién le pone letras, palabras y oraciones a lo que muchos de nosotros desearíamos haber vivido en carne propia. Cada uno de los párrafos que el autor va fusionando con la precisión de un cirujano, es un cortometraje en sí mismo.

 En esta pelea diaria de pretender siempre algo más, de admirar o envidiar lo que otros son, el periodista nos regala 113 páginas que le permiten al lector ser por un rato algo más que lo que le tocó en suerte, y aquello que no pudo por falta de oportunidades o capacidades. 

El prólogo nos anticipa que el autor “escribe poniendo el cuerpo, tirándose al agua, saltando al vacío”, virtud sublime que permite trasladar el dolor y la felicidad de los protagonistas, movilizando mismos sentimientos en quien accede a “Ni tan héroes, ni tan locos, ni tan solitarios”. Estar sumergido en cada historia nos emociona al límite de vivir por unos minutos en la piel de Guillermo Farré, Dionisio Rubio, Alejandro Mirochnik, Patricio Huerga o Jeannette Campbell. 

Si existiera la crónica de las crónicas, muchos de los afortunados de tener en nuestras manos la publicación de Editorial Casagrande, podríamos decir que también hemos sido Juan Mascardi, testigo fiel de esas historias. El talento para describir con las palabras exactas, sin abundancia ni repeticiones, nos trasmite el dolor de un Iron Man arrasándose por los escombros; la descarga de un futbolista silencioso que con un gol logró que hasta Maradona lo grite, la insistencia de Patricio Huerga que a su mote de loco lo venció con amor; la injusticia en la muerte de Mercedes Delgado, asesinada por balas de un sistema al que pretendía modificar; la lucha por sus tierras de Nelson Fory; el desencanto de Jeannette Campbell por su cuerpo que no la deja sumergirse donde años antes brillara; la honradez de Dionisio Rubio, la utopía de Marcelo Sevilla y un grupo de amigos que regresaron a su juventud buscando “ser felices todo el día y no de ratos”. 

Mención especial merece “Hotel California”; donde sumar datos sería redundar ya que todos los detalles del emblemático lugar están en dicho capítulo. 

Si uno no es objetivo por naturaleza propia, hablar sobre este artista de la escritura queda más en evidencia, producto de la admiración por su trabajo. Solo agregar: cuando sea chico de nuevo desearía escribir como Juanro Mascardi. ¡Que se repita!

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